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Te mueres por mi

TW: violencia doméstica, feminicidios


Hace poco hicimos un traslado de parto en casa a un hospital público y la familia nos contó después que al hombre (la pareja de la mujer que paría) le preguntaron mucho que como estaba su relación, que si todo iba bien, si vivían juntos, si se llevaban bien y que si sí amaba a su pareja. Me queda claro que el sistema empieza a sentir que tiene que hacer algo en cuanto a la violencia doméstica (gracias, feminismo) y entonces, ya que tiene a las mujeres ahí pariendo o recuperándose de su cesárea, le interrogan al hombre a ver si sí la ama.

Desgraciadamente, su abordaje no hace más que tapar el sol con un dedo ya que no se puede solucionar el problema desde un sistema que propicia ese mismo problema.


Me explico: Todos los días 10 mujeres en México son asesinadas, las cifras cuentan que la mitad por sus parejas y se estima que entre el 40 y el 60% de mujeres han vivido violencia doméstica. Las mujeres son asesinadas y viven violencia a mano de los hombres que dicen amarlas.

Entonces que en el IMSS te pregunten que si amas a tu pareja es absurdo porque todos los hombres que han asesinado a sus parejas, han dicho que las aman (para más ilustración, este libro dolorosísimo de Perú: No te mueras por mi).


Repito y en negritas: Todos los hombres que han asesinado a sus parejas, han dicho que las aman.


La violencia doméstica es un fenómeno complejo y el por qué las mujeres no salen de relaciones violentas tiene miles de razones, dependiendo de cada mujer y su contexto y más que preguntarnos el por qué las mujeres no salen, deberíamos empezar a preguntar, ¿por qué los hombres son violentos?

Concuerdo con que la consulta médica es una oportunidad para conocer a una mujer, apoyarla en la toma de decisiones en su salud física, mental y emocional pero esas consultas necesitan tiempo y esa confianza para que la mujer se sienta cómoda contigo para contarte cosas que en general son muy duras de contar como el hecho de vivir violencia, abuso, amenazas, esa confianza se contruye con tiempo.

Y eso es justo lo que el sistema de salud no tiene, tiempo.


Sé que dentro de los hospitales, de los centros de salud y de las clínicas hay mucha gente interesada en apoyar a las mujeres. Mucha gente convencida de que puede cambiar cosas. Mucha gente entregada a su trabajo. Pero el sistema, así como está construido, no está interesado en hacer una diferencia. No es posible apoyar a las mujeres, la estructura burocrática del sistema de salud se mueve con la lentitud de una babosa. Pocas mujeres van a hablar de la violencia que viven y todos los hombres van a decir que aman a sus parejas y eso es lo que va a anotar la trabajadora social. Y no pasa nada. Las cifras entonces hablan de un índice mucho menor de violencia del que en realidad existe.


No se puede resolver un problema con el mismo pensamiento con el que fue creado y la violencia se basa en la creencia que las mujeres somos inferiores, propiedad de los hombres, mentirosas, menos inteligentes. Y qué hace el sistema de salud sino repetir y reforzar esas mismas ideas: nadie les cree a las mujeres cuando dicen que les duele algo así como nadie les cree cuando denuncian violencia, nadie confía en que ellas saben qué es mejor para su cuerpo durante el parto así como nadie confía en que saben qué es mejor para ellas en su vida, durante el parto les dicen que para qué gritan si así no gritaban cuando lo hacían y cuando aparece una asesinada más, dicen que para qué estaba a esa hora en ese lugar con esa ropa.

Es absurdo pensar que porque la trabajadora social de un hospital le pregunte al compañero de la mujer si la ama, van a cambiar cosas. Van a contestar los hombres, no la amo y de hecho, le parto la madre cuando estoy enojado.

¿Verdad que les sonó absurdo?

Además, ese sistema finge preocupación al preguntarle a la pareja si él maltrata a la mujer pero al mismo tiempo, esa mujer vive violencia obstétrica dentro de ese sistema. Las mujeres vivimos entonces una cadena de violencia que va desde la casa a la calle a los servicios médicos a nuestros ambientes laborales. No hay separación, no hay tregua.


Muchas veces decimos que el modelo de partería es diferente, que nuestras consultas son largas, que nos tomamos el tiempo de conocer a la mujer y a su familia, que nos importa construir una relación de confianza con esa mujer, que nos importan las mujeres, que nos importa que nos pueda contar de su vida. Y abogamos por que haya parteras en casa, en casas de partería y en hospital.


Pero yo argumento que es imposible en un hospital, yo argumento que eso solo se puede en un ambiente como casa o casa de partería.

Yo argumento que nos engañamos a nosotras mismas cuando pensamos que la partería dentro del sistema así como está ahora hará una diferencia abismal y creo que es hora que hablemos de eso y no nos sigamos vendando los ojos queriendo que la partería sea parte de un sistema al que no le importan las mujeres.


Tener a parteras adentro de hospitales, teniendo la misma prisa que cualquier residente, el mismo agotamiento que cualquier enfermera y la misma indiferencia que cualquier trabajadora social, sí bajará la tasa de cesáreas y de intervenciones innecesarias pero no de violencia doméstica ni de abuso sexual ni de feminicidios. Esas cosas cambiarán, entre otros, si se dispone de tiempo, de cariño, de confianza y de vínculos entre mujeres (parteras y mujeres en este caso). De redes, de sostén, de contención.

Y eso requiere un cambio de sistema.


Para eso trabajamos.

Estamos juntas.

Nos cuidamos entre nosotras.

Tejemos redes.

Lo vamos a quemar todo - porque estamos hartas.



Recordando a Ingrid, Fátima y las otras 263 mujeres que han sido asesinadas en México en lo que va del 2020.







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