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#metoo y obstetricia - la conversación que no estamos teniendo

Updated: Oct 27, 2019

*aviso: hablo de "las mujeres" en tercera persona porque escribo desde mi punto de vista como partera, feminista y proveedora de salud, no porque no me sienta afectada por las experiencias aquí relatadas

**tw: violencia sexual



Cada vez que las mujeres empiezan a hablar de violencia obstétrica, oigo profesionales de la salud (desde obstetras, enfermeras hasta parteras) diciendo que entonces ¿cómo harían su trabajo si no es empleando las intervenciones que las usuarias critican? ¿Cómo quieren que las atiendan?

El mensaje subliminal (y ni tanto) es que debes escoger entre atención y buen trato. Que si quieres ser atendida, te aguantas la violencia. Y si no quieres la violencia, entonces no esperes que te atiendan.

¿Cuántas, díganme cuántas rechingadas veces no hemos escuchado exactamente lo mismo las mujeres en TODOS lo ámbitos de nuestra vida? Si querían salir a las 3 de la mañana a la calle, ahora se aguantan el acoso. Si querían tener bebés, ahora se aguantan el no tener tiempo para uds mismas. Si querían tener derecho a trabajar fuera del hogar, ahora paguen lo mismo que los hombres (hola, brecha salarial).

Y una larga lista de etcéteras.

Me puse a buscar información en español sobre violencia sexual en la atención obstétrica y ginecológica y no encontré casi nada. Sí hay escritos, sobre todo en definiciones y en algunos espacios activistas, por ejemplo en la página de El Parto es Nuestro de España. Pero para el escándalo que debería ser la agresión sexual sufrida en la atención a la salud de las mujeres, no hay suficiente indignación.


Todos los días en consulta veo a mujeres que me cuentan historias espeluznantes de su atención médica y muchas veces de lo que menos se dan cuenta es de la violencia sexual. Es como lo que escuché decir a una mujer víctima de trata en una entrevista: "Tú piensas de la trata como algo con violencia, mujeres en una cajuela, maniatadas... nunca piensas de ti como víctima de trata". Esa misma idea aplica aquí, las mujeres en general manifiestan incomodidad, inconformidad, enojo pero pocas lo hablan o lo identifican como violencia sexual. Sobre todo en una sociedad donde la violencia sexual está tan normalizada y es gaslighting está tan a la orden del día como en la nuestra, muchas mujeres se ven a sí mismas o son vistas como exageradas cuando apenas empiezan a nombrar prácticas médicas en la misma frase con violencia sexual.




Probablemente, el más famoso ejemplo es el tacto. Dos dedos dentro de la vagina de la mujer para evaluar dilatación cervical, borramiento cervical, descenso de bebé y flexión (o ausencia de la misma) de la cabeza de bebé (o sentir nalgas en caso de bebés pélvicas/os). También en atención ginecológica se usa, junto con una exploración abdominal para evaluar desde tamaño del útero (para poner un DIU por ejemplo) hasta el flujo vaginal (para descartar o identificar infecciones). En muchos escritos (desde bebesymas.com hasta en guías de práctica clínica de la Secretaría de Salud) dice que siempre se tiene que pedir el consentimiento de la mujer antes de hacerlo. Bueno, suena muy útil y todo bonito.

Pero la realidad del asunto es que en la mayoría de los casos, los tactos son innecesarios y en general dañan más de lo que son útiles. Pocas veces se pide consentimiento. Y cuando se pide, pocas veces un "no" es aceptado. Para lo que sí sirven es para producir ansiedad en las mujeres, dolor, pánico, vergüenza, recuerdos violentos, tensión, confusión y mucho más.

Si un/a profesional de la salud argumenta que no puede atender un parto si no hace tactos, entonces que observe a las mujeres. Que aprenda del parto. Que les crea a las mujeres. Que pase tiempo con las mujeres. Que pase tiempo en un parto. Que esté presente. Que se interese por la mujer y por su parto. Que aprenda a atender partos fisiológicos. Que sepa que un parto no es una receta. Que aprenda que las mujeres no son máquinas.

La gran mayoría de partos se pueden acompañar sin problema sin hacer ni un solo tacto. Lo que no se puede acompañar es la impaciencia de un sistema que no se centra en las mujeres sino en la productividad, que no respeta a las mujeres sino sus tiempos propios, que no sabe atender un parto sino seguir recetas.


Yo soy partera, sé hacer tactos y he hecho tactos. Pero hago hasta lo imposible para decirles y demostrarles a las mujeres que solo los hago si 1. ellas me los piden y 2. pueden ser de beneficio para mamá, bebé y el proceso del parto. Y aún si yo creo que pueden ser de beneficio, si la mujer no lo quiere, no los hago. También en revisión ginecológica, aunque hay un acuerdo tácito de que la mujer quiere una revisión vaginal porque para eso viene conmigo, siempre le pido permiso para tocarla. Si no oigo "sí", no la toco. Me espero hasta que ella esté lista. Si como profesional, no puedo esperar a una mujer, ver qué la hace sentir cómoda para poder hacer mi trabajo que es un papanicolau por ejemplo (que ella quiere), entonces yo debo revisar mi propia postura frente a la mujer. Mi propia impaciencia. Mi propia violencia.


Una vez atendí el parto de una mujer que había vivido violencia sexual durante años (una de tantas porque yo no conozco ni una amiga que no haya vivido violencia sexual de mayor o menor grado, no sé Ustedes) y me dijo "yo tengo vaginismo, me pongo muy tensa cuando me meten algo en la vagina, a veces es un problema tener relaciones y tengo miedo que en el parto no me puedas hacer tactos". Le expliqué que hacemos pocos tactos, que en muchos partos no hacemos ninguno y que si ella y yo acordábamos hacer uno y al final no se podía, no había problema. También trabajamos terapéuticamente antes del parto con el tema. Cuando estaba en trabajo de parto, en algún momento me pidió un tacto y me dijo "y si yo meto tus dedos?". Y así le hicimos, yo no hice el movimiento, ella guió mi mano, ella estuvo en control. Y fue muy sencillo, ella no experimentó dolor, malestar, ni tampoco tensión. Después de parir, identificamos un desgarre que necesitaba sutura y me comentó que le daba nervios que le pusiera un piquete (la jeringa con anestesia) y me preguntó si se la podía poner ella misma. Así que le guié yo la mano hacía donde inyectarse y ella puso el piquete. Ella hizo el movimiento y ella estuvo en control.


Mientras haya trauma sexual en las mujeres, hay probabilidad que la atención ginecológica y obstétrica sea un potencializador, catalizador o recordatorio de esa violencia. A veces es el origen pero como la mayoría de mujeres en esta sociedad ya pasaron (pasamos) por agresiones sexuales cuando llegan a la edad de la primera visita ginecológica, sea por embarazo, papanicolau u otro motivo, casi siempre "solo" aumenta el trauma ya existente.

Y mientras haya trauma sexual en las mujeres, es la obligación de todas las que trabajamos en salud sexual y reproductiva informarnos, concientizarnos e inventarnos soluciones creativas de atender y llevar a cabo ciertas prácticas. No venir con el pretexto de que no podemos hacer nuestro trabajo si no hacemos tactos. Eso se llama coerción.


Yo sé que hay mucho trabajo detrás de desaprender y reaprender. Mucho trauma propio de las profesionales de salud. Sé que la conversación va más allá de la culpabilización del sistema y de las personas que trabajan en ese sistema. Sé que la conversación es compleja y se han escrito tesis sobre ella (aunque no muchas). Pero en el centro de la atención están las mujeres y una maestra muy querida siempre decía "debes encontrar a la mujer en donde está ella". Cada una tiene una historia, cada una tiene miedos, cada una tiene traumas.


Las feministas decimos que lo personal es político y como partera lo veo, vivo y ejerzo todos los días. Lo que pasa en nuestros cuerpos y emociones, es político. El trauma sexual que las mujeres tienen es político. Por lo tanto la solución también lo tiene que ser. Las mujeres calladas nunca más. Las parteras calladas nunca más.

Ya basta de violencia sexual en el parto.

Ya basta de violencia sexual en la atención ginecológica.

Ya basta de cerrar los ojos.

Ya basta de ser cómplices.

Ya basta de la impunidad y el silencio.



















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